miércoles, 29 de octubre de 2008

“Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante
de mis hermanos, conmigo lo hicieron” Mt 25,31-46

2 noviembre 08 Max Verduzco S.I.


Las lecturas nos hablan de los difuntos y de la vida después de la muerte.

1ª- “Los insensatos pensaban que los justos habían muerto, que su salida de este mundo era una desgracia, una destrucción. Pero los justos están en paz.”

“Ellos esperaban confiadamente la inmortalidad” … Recibirán una abundante recompensa; Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí.

El Señor reinará eternamente sobre ellos…Dios ama a sus elegidos y los cuida.
En este párrafo vemos verdades fundamentales sobre la muerte y la vida:
La muerte, salida de este mundo, no es una desgracia ni completa destrucción.
La vida en la tierra, no es la única que existe. Se continúa después junto a Dios
Se recibirán las debidas recompensas y reconocimientos que no se dan aquí.
El Señor reinará eternamente sobre ellos; Dios los ama y cuida de ellos.
La muerte de cualquier persona nos suscita la pregunta: ¿Todo termina en esta tierra o se continúa, de otra forma, en otra parte? Dios nos abre a la esperanza.

Sal. “Lo único que pido, lo único que busco es vivir en la casa del Señor toda mi vida, para disfrutar de sus bondades y estar continuamente en su presencia”

2ª- “Nosotros estamos seguros de haber pasado de la muerte a la vida, porque amamos a nuestros hermanos… Conocemos lo que es el amor, en que Cristo dio su vida por nosotros” Por regalo de Jesucristo podemos iniciar desde este mundo la forma de vida a la que estamos destinados: “Amar a los hermanos” Todos somos eres humanos y por ello somos hermanos. Que el Señor nos conceda no reducir sólo, a la familia pequeña o ampliada, la hermandad, sino ampliarla hasta donde el corazón nos alcance.

El Evangelio nos presenta varias revelaciones:
- “En la venida del Hijo del hombre, rodeado de su gloria y acompañado de sus ángeles… habrá separación. Unos a la derecha y otros a su izquierda.
- El Señor reconocerá y premiará a todos los que hicieron obras buenas a los necesitados: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, hospedar al forastero, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y encarcelados. El amor al prójimo tiene estas pequeñas o sencillas concretizaciones. Esto lo hacen diariamente, las mamás, personas de servicio doméstico, trabajadoras sociales
- La revelación más importante está en la afirmación de Jesús: “Yo les aseguro que cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos conmigo lo hicieron”. Jesús está presente en toda la humanidad y toma como servicio prestado a su persona lo que hacemos por los necesitados del mundo.

Pidamos al Señor, especialmente, en estos tiempos de crisis financiera, desempleo, hambrunas, enfermedades, encarcelados y alza de precios… la capacidad de reconocerlo en cada una de esas personas sencillas y necesitadas. De ver su rostro en ellas y prestarles servicios sencillos y humanitarios. Así estaremos finalmente con El a su derecha. Que así sea.