“Jesús dijo: Está llegando el juicio de este mundo; ya va
a ser arrojado el príncipe de este mundo” Jn12,20-33
Max Verduzco S.I
29 marzo 09 .
Las lecturas hablan de Nueva y Definitva Alianza del Señor con la humanidad.
1ª. Por medio de Jeremías anuncia: “Haré un Alianza Nueva… Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo… Cuando yo les perdone sus culpas y olvide para siempre sus pecados”
Las promesas del Señor tienen por lo menos dos tiempos: Provisional aquí en la tierra y Definitiva en la eternidad. En la tierra vamos reconociendo, lentamente, que el amor está en nuestros corazones y que aunque nos cuesta mucho trabajo reconocerlo, prestamos buenos servicios a los demás, y damos mucho amor a otros, especialmente a hijos y familiares.
En el cielo reconoceremos plenamente que somos el pueblo, la familia de Jesús. Todos nuestros pecados y culpas serán olvidados para siempre. Jesús reunirá a la familia humana de todos los tiempos.
Sal.”Devuélveme la alegría de la salvación y mantén en mí una alma generosa
2ª- San Pablo: “Durante su vida mortal, Cristo ofreció oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágrimas… y fue escuchado por su piedad… Se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen”
La vida sencilla y obediente de Jesús a los impulsos interiores, puestos por el Padre en su corazón, le fue tan agradable que obtuvo, como cabeza, la salvación eterna de toda la humanidad. En Jesús nos salvamos todos.
El Evangelio nos cuenta que ya desde los tiempos de Jesús, gentes de otras naciones, querían conocerlo. Algunos griegos le dijeron a Felipe: “Quisiéramos ver a Jesús”. El habló para todos de su glorificación, de su muerte y resurrección. “Yo les aseguro que si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto”. El que se ama a si mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.”
Hoy sabemos muy bien que a lo largo de nuestra vida tenemos muchas pequeñas muerte y pequeñas resurrecciones. No siempre podemos seguir nuestros deseos o caprichos. Tenemos que abandonarlos y combinar con los de los otros o por el bien común u otro mayor. Y para resurgir, en la tierra y en el cielo, nos invita a seguir los buenos deseos e inclinaciones que el Padre ha puesto en nuestro corazón. Lo hizo El y consiguió la Resurrección para todos.
Luego añadió: “Está llegando el juicio de este mundo; ya va a ser arrojado el príncipe de este mundo”
Con la obediencia de Jesús, a lo inscrito en su corazón, empezó la derrota del mal del mundo. El príncipe del mal, del egoísmo y la desobediencia, empezó a ser arrojado de este mundo terreno.
Pidamos al Señor nos conceda reconocer el mandato de amor impreso en nuestros corazones y fuerza para seguirlo. Así participamos de la Nueva Alianza y colaboramos al exterminio del mal. Que así sea.
a ser arrojado el príncipe de este mundo” Jn12,20-33
Max Verduzco S.I
29 marzo 09 .
Las lecturas hablan de Nueva y Definitva Alianza del Señor con la humanidad.
1ª. Por medio de Jeremías anuncia: “Haré un Alianza Nueva… Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo… Cuando yo les perdone sus culpas y olvide para siempre sus pecados”
Las promesas del Señor tienen por lo menos dos tiempos: Provisional aquí en la tierra y Definitiva en la eternidad. En la tierra vamos reconociendo, lentamente, que el amor está en nuestros corazones y que aunque nos cuesta mucho trabajo reconocerlo, prestamos buenos servicios a los demás, y damos mucho amor a otros, especialmente a hijos y familiares.
En el cielo reconoceremos plenamente que somos el pueblo, la familia de Jesús. Todos nuestros pecados y culpas serán olvidados para siempre. Jesús reunirá a la familia humana de todos los tiempos.
Sal.”Devuélveme la alegría de la salvación y mantén en mí una alma generosa
2ª- San Pablo: “Durante su vida mortal, Cristo ofreció oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágrimas… y fue escuchado por su piedad… Se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen”
La vida sencilla y obediente de Jesús a los impulsos interiores, puestos por el Padre en su corazón, le fue tan agradable que obtuvo, como cabeza, la salvación eterna de toda la humanidad. En Jesús nos salvamos todos.
El Evangelio nos cuenta que ya desde los tiempos de Jesús, gentes de otras naciones, querían conocerlo. Algunos griegos le dijeron a Felipe: “Quisiéramos ver a Jesús”. El habló para todos de su glorificación, de su muerte y resurrección. “Yo les aseguro que si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto”. El que se ama a si mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.”
Hoy sabemos muy bien que a lo largo de nuestra vida tenemos muchas pequeñas muerte y pequeñas resurrecciones. No siempre podemos seguir nuestros deseos o caprichos. Tenemos que abandonarlos y combinar con los de los otros o por el bien común u otro mayor. Y para resurgir, en la tierra y en el cielo, nos invita a seguir los buenos deseos e inclinaciones que el Padre ha puesto en nuestro corazón. Lo hizo El y consiguió la Resurrección para todos.
Luego añadió: “Está llegando el juicio de este mundo; ya va a ser arrojado el príncipe de este mundo”
Con la obediencia de Jesús, a lo inscrito en su corazón, empezó la derrota del mal del mundo. El príncipe del mal, del egoísmo y la desobediencia, empezó a ser arrojado de este mundo terreno.
Pidamos al Señor nos conceda reconocer el mandato de amor impreso en nuestros corazones y fuerza para seguirlo. Así participamos de la Nueva Alianza y colaboramos al exterminio del mal. Que así sea.